lunes, 21 de mayo de 2012

Lo que da de sí un pollo

22:21... Más vale que me de prisa, porque no está bien no cumplir los compromisos que uno adquiere con los demás. Dije que los lunes publicaba mi entrada semanal, y mal ejemplo daría si no hacemos el esfuerzo. Y digo hacemos porque este es el rato reservado para la bendita soledad del matrimonio, que hoy se hace esperar unos breves minutos.

Hace un par de semanas estaba revisando documentación para la impartición de un curso a Mandos Intermedios de diversas empresas en Sevilla, y con la intención de provocar profundizar un poco más en los resortes de motivación que el  Jefe directo puede utilizar con sus colaboradores, fui a mi biblioteca personal (internet...) y me encontré un video en youtube que primero me hizo sonreir y después reflexionar. Lo comparto con vosotros para que también podáis verlo: http://youtu.be/P78Xa9eR2uc

En los cursos hay una máxima que procuro cumplir y además me parece muy saludable: no hablar de política, ni de religión ni de fútbol. Son temas que generalmente provocan discusión y te hacen correr el riesgo de perder el hilo conductor de la sesión. Por eso dudaba y dudaba si poner este video a mis alumnos. Al final, la prudencia me venció y decidí no  hacerlo. Pero a cambio, me comprometí conmigo mismo a dos cosas, a citarlo por si alguien quería verlo, y sobre todo a pararme especialmente en lo que Pérez López, otrora Director del IESE, llamó la motivación trascendente. Ya sabéis, hay tres tipos de motivaciones por las que trabajamos: primero, los motivos extrínsecos, por el bien primario que recibimos. O sea, la pasta y lo que nos proporciona: bienes materiales, buena vida, comida, ... y hasta ligamos más, como me dijo, no sin razón, un buen alumno. Despúes (motivos intrínsecos) lo que el trabajo nos enriquece: el reto, el conocimiento, la satisfacción del trabajo bien hecho, ... y por último, pero , ay!, más importante, por los motivos que Pérez López llamó trascendetes (también dijo que el apelativo trascendete quizás no era el idóneo, pero que no se le ocurría otro). Es decir, lo que podemos hacer por los demás a través de nuestro trabajo. Y cuando digo los demás digo literalmente por los demás, desde mi compañero hasta el propio mundo, pasando por mi organización, mis clientes, mis proveedores, ... y todo el que se cruce por mi camino. No descubro nada, sé que no lo hago, pero al hilo de esto quiero contaros dos cosas:

La primera, que sigo descubriendo cada día por qué dejé mi trabajo anterior, donde, todo hay que decirlo, ganaba mucho más que ahora. de hecho, en palabras de mi ex-jefe, el fin primero y último de de la empresa era ganar pasta. Aún recuerdo  que, el día que le dije que me iba, sentados en la terraza del Restaurante Jamaica, en el barrio sevillanísimo de Heliópolis, me insistía: "pero si es una cuestión de dinero, Javier, dime cuánto quieres y podemos hablarlo. Hemos tenido nuestras diferencias pero cuento contigo". Reconozco que al principio me costó mucho trabajo, la cerveza no pasaba por el gaznate, pero al fin me atreví a decirle: "ya, pero yo no cuento contigo para mi empresa". A partir de aquí, año 2009, en los albores de esta maldita crisis en la que los que mandan han decidio que ahora somos pobres (los mismos que decían que antes éramos ricos), me doy cuenta que no dejo de hacer cosas que sigan estos principios: que ayuden a los demás, que me resulten atractivos, y que ayuden a, junto al esfuerzo de mi mujer, a sacar a esta familia adelante. Vamos, lo mismo que el del pollo.

La segunda, más importante que la primera. Fue que ése día en clase descubrimos los 28 alumnos y yo dos cosas: por un lado, que no había profesión en el mundo a través de la cual se pudieran encontrar las tres motivaciones. Yo mismo aporté la que me dio una chica que trabajaba en una empresa de limpieza subcontratada por Iberia: "mi trabajo consiste en que cada persona que pase un rato corto o largo en el aeropuerto pueda llegar al destino que desea sano y salvo". Y tanto, la higiene es esencial en esos sitios de tantas aglomeraciones. La segunda cosa fue que consumimos el tiempo que nos quedaba, más de una hora, en una dinámica que consistió en pensar en qué cosas puede un mando intermedio ayudar a motivar a su colaborador. Lo prometo, nos faltó tiempo. Además fuimos leales a la realidad, no podían tocar su sueldo, es algo que no estaba en sus manos. Y tampoco valía la excusa de la empresa o el sector. En la clase había representadas empresas aeronáuticas, públicas, farmacéuticas, logísticas, de construcción, de servicios, industriales, ... se nos agotó el tiempo y se inició la responsabilidad individual de ser conscientes del poder que teníamos. 

Os dejo, porque es tarde, esta breve reflexión, para que la apliquéis o al menos penséis sobre ello en vuestra realidad profesional, desde vuestra posición. Si fuera un poco más beligerante, que a veces lo soy, más bien os diría ¿cómo os atrevéis a no hacer nada más que trabajar por la pasta?? Bueno, la verdad es que no me lo creo aunque me lo digas. lo que pasa es que a veces falta pararse a pensar cinco minutos, o que alguien te anime.  

Por último, para que nadie piense que soy dudoso, que desde todos los rincones se hace el bien, os acompaño en esta noche con una canción. compañero de viajes y esperas Ismael Serrano escribió una canción con fines solidarios con los niños palestinos. Niños que, al acercarse a los visitantes, para que no se vayan, les gritan "no terroristas, no terroristas". Niños que no llegan a diez años que tienen que decir eso para que no salgas huyendo. Niños que no tienen casi nada pero que se merecen todo. Sólo faltaba. Y mientras lo políticos escenifican sus acuerdos y desacuerdos sin importarles casi nada, y los líderes ignorantes hablan de Guerra Santa (¿Cómo puede una guerra ser santa?) y de matar en el nombre de Dios, hay unos niños en todos los bandos perdiendo sus maravillosos minutos de vida sin ni siquiera lo esencial. ¿Y tu y yo nos creemos de verdad que ahora somos pobres? No me hagas llorar.

Poco más. Agradecido y algo abrumado por todos los que me leísteis la pasada semana, me despido hasta la semana que viene:




   

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