lunes, 24 de septiembre de 2012

El ojo del amo...

Juicios de cualquier tipo sobre el personaje aparte, cuando hace ya algunos años empecé a impartir formación, con asombro y cierta admiración escuché a un alumno que me contaba que José María Ruiz Mateos era un auténtico ejemplo de lo que significa "estar encima" de las cosas. El alumno en cuestión había trabajado con él, y nos narraba que, cada vez que compraba una empresa, se presentaba sin avisar en la misma con un pequeño séquito de ayudantes, y preguntaba al conserje dónde estaba el punto más bajo, subterráneo, del edificio. Una vez allí, buscaba la esquina más lejana, pegaba su espalda a la pared, y comenzaba a caminar, señalando para que se anotase todo lo que necesitaba una reparación: "esa pared tiene que pintarse, esa bombilla está fundida, ..." así poco a poco iba subiendo. Cuando alcanzaba plantas superiores, habitadas por profesionales sorprendidos de la visita inesperada del nuevo dueño, se acercaba a cada despacho, a cada mesa, a preguntar a su ocupante cómo se llamaba y qué hacía en la empresa, y algún dato personal. Con los años, lo que más sorprendía a mi alumno, y desde luego no sólo a él" era que Ruiz Mateos tenía una memoria prodigiosa. Si volvía a cruzarse años después con algunos de estos colaboradores, podía llamarles tranquilamente por su nombre: "Hombre Joaquín, cómo van las cosas por la bodega, y que tal sus dos hijas". De hecho, cuando yo mismo he conocido a profesionales que han trabajado con él, lo normal es que añadieran, "y lo conocí personalmente".  Impresionante. Era un ejemplo inequívoco de lo que se dice Dirección por contacto directo.
 
Una cosa es saber delegar, dirigir traspasando autoridad al colaborador, y dejando que se desarrolle el talento, y otra muy diferente es correr el peligro de abandonar la responsabilidad de saber qué pasa. Y hay muchas formas de enterarse. Como es inevitable que haga un reflejo familiar del mensaje que cada semana trato de transmitir, y como el señor Ruiz Mateos no me toca nada (pero nada de nada), les voy a contar una de esas batallitas que mi querido suegro me cuenta de cuando en cuando, así dejo a los niños tranquilos una semanita.
 
Su cargo era ser algo así como en Pepito Grillo del Director Regional de un banco de referencia al que mejor no le vamos a poner nombre. Y cuando surgía una operación importante, más allá de los procedimientos formales, el Director le decía a mi suegro que hiciera sus averiguaciones. En una ocasión, se iba a poner en marcha una operación inmobiliaria de gran calibre en la costa andaluza, presentada por varios prohombres de la vida pública andaluza, políticos de primerísima fila incluidos. Solicitaban a la entidad bancaria una suma muy importante, y no era cosa de dejar cabos sueltos. Cuando Carlos, que como ya saben así se llama mi suegro, empezó con sus pesquisas, lo primero que descubrió, no sin sorpresa, es que absolutamente nadie del equipo de Riesgos del Banco se había dignado a levantarse de su asiento para ir a visitar el emplazamiento donde se iba a volcar la inversión. Eran seguro menos de 200 kms, pero nadie se molestó en recorrerlos. Sin duda se estaba más confortable en la mesa del despacho. Por tanto, cogió su coche sin dilación y carretera y manta hacia el lugar de los hechos. Una vez allí, paseando por el terreno, se le acercó un individuo que se presentó como el guarda de la finca. Una vez devuelta por parte de Carlos la presentación charlaron paseando, de esto y de aquello, y entre monólogos y conversación, el vigilante le espetó de repente: "Desde luego aquí la quieren montar bien grande, pero no sé cómo se puede hacer eso porque aquí no hay ni una gota de agua..." ¡Tate! Caballero, me marcho a Sevilla. Y Carlos se despidió. Por supuesto la operación ya no se aprobó, y no porque los análisis económicos desarrollados por los sesudos técnicos del banco desaconsejaran su viabilidad. Simplemente porque alguien se molestó en levantarse de su asiento y fue a ver qué pasaba.
 
No te quedes en teorías. No basta con tener una alta cualificación, ni que los que nos dedicamos a esto que los ejecupijos llaman el management te demos fórmulas y herramientas. No hay mejor instrumento que la curiosidad y las ganas de hacer bien tu trabajo. El refranero español, lo que nos cuentan nuestro mayores. Ahí es donde siempre vamos a encontrar el mensaje útil. Por ejemplo ese que dice: "El ojo del amo  engorda el caballo".
 
 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Tengo dos orejas y una sola boca para escuchar el doble de lo que hablo

Domingo 16. Hora del almuerzo. Espaguetis carbonara en la mesa, todos los niños sentados. Como es una de las comidas más celebradas en casa, no se oye ni una mosca. Bueno, se oye a Antonio desde debajo de la mesa arrastrando algún cacharro de plástico que le han dado, o que se ha agenciado por ahí.  Buen rollito. Me apetece iniciar una conversación de estas familiares que tanto tratamos de fomentar.
 
Carlos, ¿qué tal te fue el examen de prueba de nivel? ¿Qué examen? El de prueba de nivel del cole. ¡Ah, ese! bien bien. ¿Te han dado la nota? ¿Qué? Que si te han dado la nota ¿De qué? Del examen. ¿De qué examen?...
 
Los que tengáis en casa niños con edad 8-12 años aproximadamente, sabéis que esto que acabo de narrar no es algo extraño en cualquier casa. También sabéis la consecuencia inmediata que tiene. Se acabó el buen rollito que destilaba la secuencia inicial... E insisto en que sé que esto puede pasar en más hogares. Alguna vez me he quejado de la falta de capacidad para oir y escuchar, para atender y entender el mensaje, que tienen los niños, y esta queja la he hecho delante de otros padres, y escucho sin que eso me consuele demasiado que es un mal endémico en estas edades. Que no hay manera, que parece que están en babia...
 
Es probable. Pero hoy he querido hacer un experimento porque tengo la sensación que esto de no saber escuchar no es propiedad de la edad infantil. He repasado el fin de semana completo, comenzando el viernes por la mañana. A primera hora, como Antonio ha estado un poco malito, y había tenido fiebre la noche anterior, me recordó mi mujer que debía meter en la bolsa del peque la medicina, una muda, y más pañales antes de llevarlo a la Guardería. Ok cariño. Ok? a eso de las 11:00 AM llamaban a mi mujer del Centro infantil diciéndole que por favor, si podíamos, les acercáramos la medicina del peque, una muda y pañales. Ay cariño, perdona, se me pasó...
Yo estaba regresando en esos momentos de una reunión de trabajo para hablar de dos proyectos, donde participábamos cinco personas. Puedo afirmar, sin mucho margen de error, que en dicho encuentro hubo una persona que utilizó más del 80% del tiempo que estuvimos juntos. Con lo cual, el resto tuvimos que distribuirnos el restante 20%. En consecuencia, dos ni hablaron.
 
Tras un par de gestiones, al llegar a casa a eso de las 13:00, me encontré en la puerta a mi suegro, un tipo genial (qué voy a decir, esto queda escrito) que ocupó cargos de alta responsabilidad en una entidad bancaria años ha, y que por tanto casi siempre tiene jugosas anécdotas e historias que contar. Como vivimos muy cerca, hace ya tiempo que cursamos la solicitud de rogarle que en horas de oficina no venga a casa salvo, claro está, que necesite algo urgente. Tener el despacho en casa significa que parte de tu jornada laboral la echas en un espacio contiguo a tu casa. Contiguo, pero no integrado. Hola Carlos (sí, se llama como el niño). Hola. Qué haces aquí, ¿ha pasado algo? No, nada, sólo que he pensado una cosa y quería contárterla. Pero... ¿es lo que me contaste ayer más o menos a esta misma hora? No, no, otra cosa. La que me decías antes de ayer? No, no, no, es por algo que he leído hoy en el períodico y que me ha recordado algo que viví en el Banco...
 
Como mi labor profesional concluyó el viernes a eso de las 13:05, y Susana tampoco tenía nada previsto para la tarde, decidimos empezar la el fin de semana esa misma tarde. Y acercar a los niños al nuevo y flamante parque que han abierto en mi pueblo. Vivimos a diez kms. de Sevilla, pero puedo aseguraros que Valencina es un pueblo. A las 18:15 llegamos al parque. A las 18:45 le rogaba a mi mujer que me permitiera largarme. Tenía dolor de cabeza. Seguramente estaba provocado porque durante esa media hora ocho madres/padres hablaban sin parar de la primera semana de clase, de la constitución de la nueva AMPA, de comida, de deporte, de política, de salud, de enfermedades, ... incluso creo que se habló de sexo, pero yo en ese momento ya no estaba para nada porque tenía jaqueca. Creo que puedo afirmar sin temor a equivocarme que nadie estuvo callado más de diez segundos seguidos... Mi mujer tampoco porque es, cómo diría, tremendamente participativa. Yo, que no me manejo demasiado bien en esos ambientes, acabé con los mareos ya referidos.
 
Vaya con el experimento, sólo es viernes por la tarde, y cómo vamos. No va a resultar difícil sacar la hipótesis que ya se imaginan. Basten un par de ejemplos más.
 
Uno. Con las noches que hemos pasado días atrás con el pequeño, hicimos la solicitud familiar de poder descansar un buen rato, tras el almuerzo del sábado. Conseguimos organizar a la prole y quedarnos solos unas horas, necesarias para recuperar fuerzas. Cuatro de la tarde. Sin nadie más que nosotros dos, hora ideal para ir a disfrutar del maravilloso invento español de la siesta.
16:10. Suena el teléfono. Mi suegra. Hola Javier. Hola Pepa. No se si estarás descansando. Cuando ¿ahora? ahora no, ahora estoy hablando contigo, pero hace un par de minutos... Vale, bueno, sólo en una cosita., pregúntale a tu mujer, que es mi hija, si la crema esa de la caja naranja que me dejó la sigo teniendo yo. Pero ¿la has buscado?. Sí, pero mejor pregúntale. Susana ¿duermes?. Será una broma, ¿cómo voy a dormir? dile a mi madre que no me la devolvió y que no llame más. Pepa, que no, que la sigues teniendo tu. Ah, vale hijo, ¡descansa! un besito!
Ya no volví a coger el sueño.
 
Dos. Éste está aconteciendo mientras les escribo. Chicos, voy a encerrarme un rato en el despacho ahora que tengo un poco de tiempo para escribir una cosa. Salvo hecatombe, no me molestéis. Al comienzo de los párrafos dos, tres y cinco de este texto que están todos ustedes a punto de terminar de leer, han llemado tres personas a la puerta de mi despacho. La primera, Carlos, para pregunatrte que qué hace ahora. La segunda, Susana, para pedirme que le preparara un Cola-Cao. La tercera, Claudia, para preguntarme si "hay Dora en tele". Tres asuntos urgentísimos, qué duda cabe.
 
Y todo en poco más de 48 horas. Y creánme, hay más. Y en realidad, no somos ni diferentes, ni únicos, ni raros. Esto pasa a diario en cualquier trabajo, en los hogares, y en las reuniones sociales. No estamos nada entrenados en la escucha. No nos exigimos ni nos exigen lo suficente saber escuchar. Si en las Organizaciones hay problemas, en un gran porcentaje son problemas de Comunicación, y de ellos, también un porcentaje altísimo son problemas derivados de no saber escuchar. Te invito a que hagas el experimento. Y a ser posible, que todos lo hagamos examinándonos a nosotros, midiendo si hemos sido buenos escuchadores, o mediocres parlanchines. Seguro que el resultado nos hace pensar, ¿oíste?    
         

lunes, 10 de septiembre de 2012

Feliz Año Nuevo!

Feliz Año Nuevo a todos!
 
No soy el único, seguro que hay otros que piensan como yo, siempre he considerado que el año empieza el 1 de septiembre, y no el 1 de enero. Tras dos meses en los que la vida inevitablemente se ralentiza, comienza un nuevo curso, nuevos propósitos, nuevos caminos que estamos dispuestos a recorrer tras haberlos mascullado y diseñado durante el verano y los días de vacaciones.
 
Yo mismo, con mi nuevo descubrimiento musical de fondo, Eva Cassidy, una delicia de voz, estoy intentando poner en marcha todo lo que me he propuesto. Por cierto Eva Cassidy es el nuevo descubrimiento y también un tesoro limitado, porque la pobre se murió en el año 1996 con sólo 33 años, de un cáncer de piel que no pudo superar. Es curioso que uno haga propósitos para el futuro, y acabe de descubrir que mucho antes de lo previsto la vida se puede apagar, como le pasó a esta mujer.
 
Ayer mismo, víspera del primer día de cole, repasábamos con los niños los propósitos para este nuevo año. Los han pensado, comentado, y escrito durante los días de veraneo:
 
Carlos, como siempre, intentando no comprometerse demasiado, es un tipo prudente y sabe medir los compromisos. Sin embargo, ha sido al que más se le ha revisado y, sientiéndolo mucho, exigido. Puede dar mucho y para crecer hay que echar agua, no vale esconder los talentos para que no se pierdan.
 
Susanita, también como siempre, ha desbordado las posibles metas. Con cinco años lo tiene claro, dice, va a prepararse ya para ser médico. "Médico y madre, con veintisiete hijos" (sic), para más señas. Jolín con la niña. Aquí lo contrario. Vamos a empezar con un poco de lectura al día y dejar las disecciones para un poco más adelante ¿te parece?.    
 
El resto también hemos expuesto las nuestras. A Antonio no se le entendía nada, claro, con 8 meses es normal. Yo creo que decía andar prontito y dejar de dar por saco por las noches. Aunque no sé si decía eso realmente o más bien me engañaban mis anhelos. Claudia sí que ha dicho algo, exactamente ha declarado que "popósito? vale, calladito, el nene a come ya. pssst. dormidito".  Por ella de momento decidiremos nosotros, y uno de ellos va a ser que coma con los mayores desde que nos sentemos en la mesa y hasta que nos levantemos, no antes, y además que se coma todo. Por cierto, burla burlando, en estos pocos días lo vamos consiguiendo. Y los mayores por supuesto también nos hemos puesto los nuestros. Susana más personales, más de mejorar y crecer en su interior, e incluyendo su compromiso con el AMPA del Colegio, las profesionales, además de otras más de ordinaria administración en casa . Y yo creo que he apuntado demasiado a la luna. Pero en fin, una vez me dijeron que era la meor forma de llegar a la cima de la montaña. He incluído concluir con las entrevistas previas a la redacción del libro de management y terminar éste antes de diciembre de 2013, avanzar también en la novela, pasar de dos a cuatro carreras de fondo (atletismo del bueno), crear dos nuevos productos de formación, dos conferencias  (una ya en marcha),  un objetivo de facturación anual dividido por meses, y algunos de carácter personal.
 
El caso es que, en la puesta en común, hablando, recordamos las palabras del gran Carlos Andreu: Ojo, las metas altas, pero sin olvidar que la felicidad está en el mientras, no en el cuando. Si nos pasamos la vida esperando el Walhalla cuando consigamos hacer esto y lo otro, nos vamos a pasar esperando toda la vida. Así que más vale disfrutar cada día de en el camino, en el paso a paso. Reconociendo el esfuerzo y premiándolo. Y no confundiendo exigencia con rigidez intransigente.
 
Nosotros ya nos hemos puesto los objetivos, ¿te los has puesto tú? Anímate, acaba de empezar el año y es un buen momento. Apunta alto, pero no sufras, las metas se consiguen poco a poco. Como decía mi abuela, "las puntaitas bien das y sin enmienda". Y disfruta el viaje, se hace camino al andar. Comienza la conquista de tu vida, disfruta y reconócete los éxitos. Y recuerda que los demás ayudan a conseguirlo, también emocionalmente.
 
Además, mira lo que le pasó a Eva Cassidy, si se hubiera pasado los años esperando a escribir las mejores canciones y no grabar hasta tener el disco perfecto, nos habríamos perdido su maravillosa voz en las decenas de versiones que hizo. 
Gracias por caminar cada día Eva, por tu rastro. Voy a compartir en el enlace de más abajo con mis lectores tu voz. Aquí estás, entre nosotros, por lo que hiciste, no por lo que ibas a hacer.