Lo malo de tener buenos amigos... Perdón, llaman a la puerta de casa y tengo que abrir yo. Susana ha salido con los dos más pequeños y Carlos, el mayor, está arriba en su habitación haciendo los deberes. Ah, es Susanita, la segunda, con Julia, su mejor amiga, el hermano pequeño de Julia, Mario, y el papá de ambos. Que si me puedo ir a casa de la abuela de Julia a bañarme en la piscina, porque tienen que darle de comer a los perros. Déjame que lo piense, 33 grados, la posibilidad de tenerla fuera, y bien cuidada, un par de horas más... ¡claro cariño! no hay problema.
Cinco minutos de preparativos y ya tengo a otra colocada. La cosa marcha bien. ¿Por dónde iba? Ah si. Decía que lo malo de tener buenos amigos... Disculpen, llaman a la puerta de esto que llamo despacho y donde también hacemos la plancha. Es Carlos, el mayor. Que ya ha hecho los deberes, que se aburre, y que como lleva todo el día castigado sin gadgets tecnológicos por una "falta grave" (llegar veinte minutos tardes en el día de ayer) no sabe qué hacer. Sopeso las posibilidades: la propuesta de leer un libro ha durado escasos quince minutos, el chico ya ha puesto lavavajillas y recogido la cocina, y le falta media hora para que se vaya a clase de guitarra. Venga, ok, hagamos algo juntos. No, no te preocupes, no estaba haciendo nada importante. Vamos a echar unas canastas. Eso sí, sólo puedo quince minutos.
30-21. Bien. Sigo en forma. Me quedan pocos años para salir vencedor de estos envites, así que hay que aprovechar para, sin herir, presumir un poco de muñeca, de calidad y clase baloncestística. Y han pasado veinte minutos. Carlos arriba preparando la guitarra y yo otra vez frente a la pantalla.
Adios Carlos! Bien, como les decía, lo malo de tener buenos amigos... un segundo, le pongo un mensaje por Whatsapp a mi mujer para decirle lo de la niña en la piscina de Julia, con su hermano pequeño y su padre, no vaya a ser que se me olvide y estas cosas me consta que quiere saberlas... ya.
Bueno bueno, no sé qué les parece a ustedes, pero son las 19:06 de la tarde y estoy sólo en casa. Ni Macaulay Culkin se vio en una de éstas. es un gran momento para estrenar este blog.
Lo malo de tener buenos amigos es que le obligan a uno a hacer más, y a ser posible, mejores cosas. Mi amigo Arturo Iglesias, gran formador, mejor persona, me dijo el otro día camino de un Centro de Formación (Icada), después de contarle yo una iniciativa familiar para mejorar la comunicación interna en el hogar, que tenía que escribir un blog con las cosas que ocurren en casa, con la familia, y sobre todo con las cosas que se nos ocurren para intentar llevar esto adelante. "La cantidad de cosas que hacéis que deberías compartir y que además son perfectamente trasladables a los tipos de mensajes que das cuando impartes clase". La verdad es que el tipo tiene razón, pensé, y además hace tiempo que me planteo crear un blog sobre todo para matar el gusanillo de escribir. Y como todo es ponerse, aquí lo estoy estrenando, en este remanso de paz, con la historia que le conté a Arturo y ahora comparto con todos.
Hace unos días, teníamos la casa más o menos así dividida: Antonio, el más pequeño (cinco meses), en brazos de su madre, berreando cual porcino afónico porque se había pasado dos minutos su hora prevista de bibi nocturno. Claudia, la siguiente (dos años), sollozando desconsolada porque no empezaba Dora la Exploradora en mientras se disponía a dar buena cuenta de su bibi nocturno (sí, esta también), preparado por su padre tres minutos antes que el de su hermano ¿Favoritismo? puede ser, ya no niego nada, pero creo que exageran. Susana, la siguiente (cinco años), lagrimeando porque como estábamos en la planta de abajo, nadie le ayudaba arriba a secarse el pelo después de sacar lustre a su precioso cuerpecito con su toalla rosa. Y Carlos, por todos conocido (10 años), a punto de lo que se dice llorar tras un tremendo grito de su madre para que ayudara a su hermana a secarse la cabeza. En este caos generalizado, nosotros tratábamos de poner paz al estilo andaluz. Esto es, duplicando de viva voz el nivel de decibelios que actualmente permite el Ayuntamiento de Sevilla en los locales nocturnos de la zona centro-nervión-los remedios.
Pasadas un par de horas, cuando todo se calmó, y estábamos en esos momentos maravillosos que trasncurren cuando todos los niños se acaban de dormir y aún faltan unos quince minutos para que el más pequeño vuelva a despertarse reclamando calor materno más que otra cosa, reflexionábamos mi mujer y yo acerca de lo poco que ayuda, en momentos de tensión, ponernos a gritar. Y de lo mucho que gritábamos ultimamente. Y fruto de aquella conversación, surgió una competición semanal que llamamos "Premio al que menos grite". Las reglas con sencillas y concretas: en casa, está prohibido gritar, y no hay justificación alguna para hacerlo. Si algún miembro de la familia grita, el resto está autorizado para dejar constancia en la Hoja de Anotaciones de la falta cometida. Eso sí, con control, no vale apuntar tres chillidos si se ha producido uno sólo. La competición transcurre de lunes a domingo, y el que resulte vencedor/a, tendrá un premio a proponer por el propio ganador/a, que no podrá ser nada de comprar (en plena crisis...) y que salvo locura irrealizable, será aprobado y llevado a cabo. Eso sí, aquél o aquella que haya encabezado la lista de graznidos, tendrá un castigo autoimpuesto o consensuado por todos.
Las posibles variantes y mejoras del juego las dejamos para más adelante, y aunque la semana sería corta ya que era martes 8 y por la noche, decidimos iniciar la competencia al día siguiente tras dar la información al resto de la familia.
Deciros que ha sido una semana intensa. Con sorprendentes líderes iniciales, dura competencia, algunas decisiones arbitrales discutibles, e incluso moviola y petición de ojo de halcón. Pero, como pasa con el Barça y el Madrid, un final esperado. Mi querida esposa ha salido victoriosa con varios cuerpos de ventaja sobre el resto. En concreto la puntuación a sido:
- Susana: 9 gritos
- Susanita: 5 gritos
- Javier: 3 gritos
- Carlos: 3 gritos.
Claudia y Antonio son cascarón de huevo. Cuando aprendan a hablar en mínimas condiciones para el diálogo, ya entrarán en competición. El castigo impuesto: Susana no podrá no comer yogurt estilo griego en toda la semana. Creedme, para ella es un duro trance. También hemos decidido dejar desierta la posición del ganador. Como todos hemos gritado al menos alguna vez, ninguno hemos ganado.
Son varias las conclusiones que hemos sacado. Hoy me quedo con dos. La primera, la ha sacado mi mujer: "He gritado nueve veces, una barbaridad. Pero ¿te imaginas las que hubieran sido si no nos inventamos este juego?". No se lo he dicho a ella, pero confieso que esta semana ha sido la más silenciosa en casa que recuerdo. Y diría que vamos a mejor, esta semana hemos vuelto a empezar, y de momento todos llevamos el casillero en Cero. Si seguimos así les tengo una sorpresa preparada a todos.
Con lo cual, moraleja uno: PON OBJETIVOS, COMPITE, SIEMPRE MEJORARÁS, Y SOBRE TODO NO DECAIGAS, LO COMPROBARÁS CON LA PERSEVERANCIA Y EL PASO DEL TIEMPO. Y PREMIATE SI CONSIGUES OBJETIVOS.
La segunda conclusión se las dejo a ustedes a partir de esta anécdota. Los amigos del mayor estuvieron en casa, y cuando entraron en la cocina, vieron la Hoja de Anotaciones. entre otras cosas, uno se atrevió a decir: "Pues anda que si se hace en mi casa, mi madre arrasa". Otro se animó "Pues anda que en la mía, mi madre gana seguro". Y por fin el tercero: "No os preocupeís, mi madre gana a las vuestras"... Curioso no? lo compartí con mi mujer y no le sorprendió nada. Ahí lo dejo para vuestra reflexión.
Me comprometo, una vez iniciado el camino, a dejaros una entrada cada lunes. Me apetece mucho.
Ahora os dejo, llaman a la puerta. La casa vuelve a llenarse de alegría.
Pasadas un par de horas, cuando todo se calmó, y estábamos en esos momentos maravillosos que trasncurren cuando todos los niños se acaban de dormir y aún faltan unos quince minutos para que el más pequeño vuelva a despertarse reclamando calor materno más que otra cosa, reflexionábamos mi mujer y yo acerca de lo poco que ayuda, en momentos de tensión, ponernos a gritar. Y de lo mucho que gritábamos ultimamente. Y fruto de aquella conversación, surgió una competición semanal que llamamos "Premio al que menos grite". Las reglas con sencillas y concretas: en casa, está prohibido gritar, y no hay justificación alguna para hacerlo. Si algún miembro de la familia grita, el resto está autorizado para dejar constancia en la Hoja de Anotaciones de la falta cometida. Eso sí, con control, no vale apuntar tres chillidos si se ha producido uno sólo. La competición transcurre de lunes a domingo, y el que resulte vencedor/a, tendrá un premio a proponer por el propio ganador/a, que no podrá ser nada de comprar (en plena crisis...) y que salvo locura irrealizable, será aprobado y llevado a cabo. Eso sí, aquél o aquella que haya encabezado la lista de graznidos, tendrá un castigo autoimpuesto o consensuado por todos.
Las posibles variantes y mejoras del juego las dejamos para más adelante, y aunque la semana sería corta ya que era martes 8 y por la noche, decidimos iniciar la competencia al día siguiente tras dar la información al resto de la familia.
Deciros que ha sido una semana intensa. Con sorprendentes líderes iniciales, dura competencia, algunas decisiones arbitrales discutibles, e incluso moviola y petición de ojo de halcón. Pero, como pasa con el Barça y el Madrid, un final esperado. Mi querida esposa ha salido victoriosa con varios cuerpos de ventaja sobre el resto. En concreto la puntuación a sido:
- Susana: 9 gritos
- Susanita: 5 gritos
- Javier: 3 gritos
- Carlos: 3 gritos.
Claudia y Antonio son cascarón de huevo. Cuando aprendan a hablar en mínimas condiciones para el diálogo, ya entrarán en competición. El castigo impuesto: Susana no podrá no comer yogurt estilo griego en toda la semana. Creedme, para ella es un duro trance. También hemos decidido dejar desierta la posición del ganador. Como todos hemos gritado al menos alguna vez, ninguno hemos ganado.
Son varias las conclusiones que hemos sacado. Hoy me quedo con dos. La primera, la ha sacado mi mujer: "He gritado nueve veces, una barbaridad. Pero ¿te imaginas las que hubieran sido si no nos inventamos este juego?". No se lo he dicho a ella, pero confieso que esta semana ha sido la más silenciosa en casa que recuerdo. Y diría que vamos a mejor, esta semana hemos vuelto a empezar, y de momento todos llevamos el casillero en Cero. Si seguimos así les tengo una sorpresa preparada a todos.
Con lo cual, moraleja uno: PON OBJETIVOS, COMPITE, SIEMPRE MEJORARÁS, Y SOBRE TODO NO DECAIGAS, LO COMPROBARÁS CON LA PERSEVERANCIA Y EL PASO DEL TIEMPO. Y PREMIATE SI CONSIGUES OBJETIVOS.
La segunda conclusión se las dejo a ustedes a partir de esta anécdota. Los amigos del mayor estuvieron en casa, y cuando entraron en la cocina, vieron la Hoja de Anotaciones. entre otras cosas, uno se atrevió a decir: "Pues anda que si se hace en mi casa, mi madre arrasa". Otro se animó "Pues anda que en la mía, mi madre gana seguro". Y por fin el tercero: "No os preocupeís, mi madre gana a las vuestras"... Curioso no? lo compartí con mi mujer y no le sorprendió nada. Ahí lo dejo para vuestra reflexión.
Me comprometo, una vez iniciado el camino, a dejaros una entrada cada lunes. Me apetece mucho.
Ahora os dejo, llaman a la puerta. La casa vuelve a llenarse de alegría.
Tengo que ayudar más, más aún a mi mujer (o a mamá), aunque llegue muy, muy, muy, pero que muy cansado del duro día laboral.
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