lunes, 15 de octubre de 2012

Como en casa en ningún sitio



Este fin de semana tres matrimonios amigos nos unimos para almorzar. Tienen un gran jardín, con lo cual por una vez pudimos charlar un buen rato con los niños a la vista, pero no peligrosamente cerca. Entre el postre y el gin tonic se inició una interesante conversación que comenzó sobre las dificultades del mundo laboral de hoy día, y que derivó sobre el papel de la Familia en la sociedad actual. Para alguno de los presentes, la familia estaba condenada a perder su papel relevante como célula social, y afirmaba que eso no significaba  más que una evolución natural  de los acontecimientos, y del propio ser humano. La familia, seguramente, estaba condenada a la desaparición. En este tipo de tertulias de café se suelen decir bastantes tonterías por parte de todos los presentes (sobre todo a partir del primer gin tonic), pero la verdad es que tengo que decir que, sin pretenderlo, tuvimos más o menos un par de horas de conversaciones con calidad. Me gustó estar allí, poder escuchar y poder decir algo. Además, por la experiencia y la variedad de las profesiones presentes (Medicina, Ingeniería, Pedagogía, Empresariales,... incluso un tío que se dedicaba a dar cursos de habilidades en empresas) , había una diversidad muy enriquecedora. Como debe ser, hubo disparidad de criterios, y me quedé con el run-run de esa afirmación que se hizo y que antes reseñaba: a lo mejor, con el tiempo, la familia como la entendemos desaparece del todo... casi nada, oiga. 
 
Desde entonces pensé que podía hablar este lunes de la familia, de su enseñanza para el desarrollo profesional, y de lo que nos perderíamos si se acaba ése germen de casi todo. Aunque alguno, como no recuerdo qué pensador, reduce una familia a un conjunto de personas que se reúnen aldedor de una lavadora, yo sigo firmemente convencido de que  la familia es la gran esperanza de las sociedades sin esperanza. Ha sido, es y será una pieza básica que dará respuesta a todas las crisis que vivimos en estos tiempos.

Lo primero es que no creo que ese fin esté tan cercano. No creo que la familia esté tan en crisis. Sí es cierto que ha evolucionado, se ha adaptado a los nuevos tiempos, pero ahí está, presente, cuando se le necesita.  Si no fuera así ¿qué hubiera pasado con esos jóvenes y no tan jóvenes que no tienen trabajo? Han encontrado en su familia el encuentro, solidaridad, comprensión, ayuda, entrega, cariño… que necesitaban.
 
Como Escuela para el lugar donde pasamos la mayor parte de nuestra vida entre los 25 y los 65, nuestra vida profesional, encontramos en la familia un modelo de enseñanza continua. Por ejemplo:

Liderazgo:  la familia es una continua enseñanza del concepto de liderazgo. Es una sociedad natural gestionada por dos lideres, que juegan un papel esencial en la formación de los hijos. Y que hacen estrategia, táctica y práctica operativa para dotarles de unas profundas raíces y unas grandes alas. Raíces, con valores, que den sentido a su vida. Alas, para volar en libertad. No hay nada más importante que formar a seres humanos para que sepan ser  libres, es el mayor don al que se puede aspirar.

Gestión del tiempo: es importante considerar que como progenitores hay que gestionar varios frentes: mi propia persona, a mi pareja, a mis hijos y a mi familia (propia y política). Todo esto requiere un gran equilibrio y conocimiento personal. El punto de partida siempre es conocerse mejor: cuáles son mis miserias y cuales mis grandezas, y cómo afectan a todo mi entorno familiar.
 
Gestión de las relaciones:  La convivencia humana no es nada fácil por eso es tan importante la empatía. Ser consciente de que solo cuando te pones en el pellejo del otro, es posible entender determinadas reacciones y comportamientos. Y esa palabra mágica, el perdón ¿pedimos perdón lo suficiente? Con propósito de enmienda, ayuda tanto a solucionar conflictos...

Aprendizaje continuo: En la familia ha de ser una constante. Pensar qué momentos han sido los mejores y cuáles los menos buenos. Profundizar en el por qué, y sacar lecciones prácticas de las que aprender. Todo es aprendizaje. Lo bueno y sobre todo lo malo, enseña. Lo único que hay que hacer es ser consciente de la razón del error, apredenr a sufrir como nos enseñó Viktor Frankl, y tener la madurez necesaria para reconducir situaciones.

Diseñar el futuro: Solo el que sueña puede llegar al éxito. ¿Cómo quiero que sea mi familia en el futuro?  y analizar qué barreras lo impiden. No se puede conseguir un objetivo si antes no se ha soñado. El ideal, poco a poco, se puede ir convirtiendo en realidad. Mejor dicho, el ideal con su dosis de realidad es el mejor diseño de un futuro, el que tú quieras.

Compañerismo-Comunicación: Hay que dejarse ayudar. Ya sabemos que en todos nosotros hay una “zona ciega”, que el de enfrente ve con facilidad pero que yo no soy capaz de ver. Esa retroalimentación constante es comunicación constructiva. En mi sociedad, encontrar el defecto susceptible de mejora es una gran oportunidad para gestionar el cambio. Cambiar es el principio de los triunfadores. Y el arte de escuchar.
 
Y por último, pero no menos importante, recordando aquel proverbio árabe, un día sin una sonrisa es un día perdido. Si no hay alegría en tu familia no la tendrás en ningún lugar. 
Y sí, alegría con tu suegra incluida.   


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