lunes, 25 de junio de 2012

Una cena romántica

De manera aboslutamente necesaria, hay momentos que deben ser para la pareja. Para pararse a pensar, a hablar y mirarse un poco más. Son momentos para el debate, la puesta en común, y por supuesto para volver a echar un poco de miel a la luna.

Sobre todo desde que nació Antonio el pasado mes de diciembre, estos momentos, a qué negarlo, escasean. No es que no los tengamos, es que tenemos que diseñar estrategias de aislamiento sometidas a imponderables imprevistos que ni el célebre matemático John Forbes Nash sería capaz de prever a pesar de su mente maravillosa. Estas mismas siete líneas de redacción se han visto interrumpidas en su desarrollo cinco veces, cinco, aunque parezca increíble. Y eso que sólo tengo a los mayores en casa (gracias Colegio por finalizar las clases), que está prohibido entrar en el despacho, y que les he entregado una tarjeta a cada uno. "El que quiera, mejor dicho, necesite algo, tiene que entrar en silencio, dejar la tarjeta en la mesa, y ya sé yo que tiene que decirme algo, pero se hará cuando termine en lo que esté trabajando". Pues nada chicos, en lo que va de mañana, estoy ya saciado de tarjetas. Creo que, sumando las de los dos, las he visto ya más de veinte veces. Y son las 11:15.

Como les iba diciendo, los momentos de soledad buscada con la pareja no suelen ser muy habituales en esta casa. Como dice una vecina mía, cuando no es caca es pipí, y cuando no es pipí es caca. Por eso, una vez desechada la idea del somnífero en la sopa de los niños, lo que intentamos conseguir es ser muy estrictos en los horarios, para que a eso de las 21:30 estén todos en brazos de morfeo. Y si lo hemos conseguido, ahí sí, ahí la noche es nuestra. Reto conseguido, botella de vino o cervecita, y a disfrutar un poco.

Lo malo es que últimamente no hay manera de que a las 21:30 estén roncando. Bien porque el pequeño anda revuelto, porque Claudia no se duerme (no se qué le damos de cenar pero le entra una vitalidad desesperante), o porque Susanita quiere un cuento, o porque Carlos te intenta líar para que le compres no se qué si saca no se qué sobresaliente. Y si son las 22:00 y parece que duermen, avisa el teléfono porque llama mi cuñada, mi suegra, o también mi padre, que no todo va a ser meterse con la familia política.

Acabadas las conversaciones y las urgencia laborales, que alguna de vez en cuando hay, el que te vence a partir de cierta hora es el cansancio, y en estas últimas fechas ha habido un poco de todo lo anterior. Así que, en voz alta, en estos días nos hemos quejado alguna que otra vez en casa de no poder disfrutar de algo de tiempo juntos. Y solos.

Parece que de vez en cuando algo queda, y el otro día, los niños tomaron nota de nuestras plegarias. Carlos, capitán del navío, tomó mando en plaza y habló con sus hermanas. "Hay que hacer algo". Así que nos mandó arriba (donde están los dormitorios), y nos dijo que acostáramos al peque, y que después nos diéramos una ducha o algo así, que nos iban a dar una sorpresa. Y por supuesto, que todo lo iban a resolver ellos, así que chitón hasta que nos avisaran.

Bueno, chitón hasta que, un par de minutos después, el propio Carlos no pidiera de un grito, y despertando por tanto a Antonio, al que habíamos por fin conseguido dormir, que le indicáramos dónde estaban las cerillas y las velas esas pequeñitas. Una vez explicada su ubicación exacta, volvamos a dormir al niño. No, espera un poco, porque ahora Carlos y Susana están discutiendo a ver quién enciende las velas, y de aquí al grito o a la mediación hay un paso. "Chicos, la mitad cada uno vale? vengaaa". Vale, parece que se pone de acuerdo. ¡¡¡¡Ay!!!!! Vaya, Susana que se ha quemado el dedo encendiendo la vela. Oye, yo veo a Antonio bastante espabilado no? claro, con tanto trasiego...

En fin, parece que las velas están encendidas y que el murmullo se ha trasladado a la cocina. Cariño, esto me huele a preparaciónde cenita romántica. Qué ilusión, por fin de la siembra va brotando algo.

¡¡¡Ay!!! vaya otra vez se ha quemado Susanita, la pobre no gana para sustos. ¡Crashhh!!!!!!!!!! ¡¡¿Qué ha sido eso?!!" "Nada mamá, un plato que se ha roto, pero de los pequeños!, no os preocupéis!!". Definitivamente, lo de "de los pequeños" es lo que me ha tranquilizado. Venga, vamos a respirar hondo y dejar que acaben la faena. Lo importante es la intención...

Duchados y empezando a dudar si la tardanza era porque estos se han visto los videos que tenemos de El Bulli y se han  hecho unos expertos cocinillas, por fin oímos cómo se abre la puerta de la cocina. Una vez retocados los detalles, nos llaman, podemos bajar.

Sobre la mesa, dos botellines de cerveza, un plato de los pequeños, y un sandwich con mantquilla y chopped de pavo. Y una rodaja de chorizo Revilla de los bocatas del cole al lado del bocadillo. Verídico. Ni omito ni aporto nada. Impresionante. esto sí que es una cena romática. Y lo mejor: tres niños con sonrisas relucientes y con tres paños a modo de servilleta sobre el antebrazo. Bueno, el de Claudia sobre la cabeza, es que se ha cansado de tenerlo sobre el antebrazo. Solemnemente, Carlos nos dice, "bienvenidos a su cena romántica, pueden pedir lo que quieran, aunque de mentira porque no hay nada". 

Ah! se me olvidaba. En ese instante, vete tú a saber por qué, Carlos da un salto y dice que se acaba de acordar de una cosa que nos encanta. Y acude a la videoteca para traer un dvd que yo ni sabía que existía de unos monólgos de El Club de la Comedia más o menos del año 2008. Lo activa en el reproductor, enciende el TV y dice: "Ahora sí que no falta nada".

Pues no, la verdad es que no faltó nada. De hecho, Susana y Claudia estaban tan entusiasmadas con la "fiesta" ¿fiesta?, pero ¿no era una cena romántica?. "No mamá, después de comer hay que bailar", así que no pudimos dormirlas hasta las 23:00. 

Amor, noches como esta son las que consolidan un matrimonio.

No hay nada como una noche romántica, y no hay nada como buscarse huecos para pararse un poco a pensar, a hablar y mirarse un poco más.

Y no sólo para el cultivo del amor. Tuve un Jefe que de repente, prácticamente cada día, desaparecía durante media hora. Se encerraba en el despacho, cerraba con pestillo, y no contestaba a las llamadas. Al principio no sabíamos si estaba, con el tiempo ya dedujimos que era su momento de reflexión para preparar una reunión o una estrategia. Era impresionante cómo se notaba ese tiempo dedicado a pensar. Buscad esos momentos, buscad el rato de reflexión y estudio. Media hora al día parece poco, pero da un fruto espléndido. Son minutos esenciales también para encontrarse con uno mismo y conocerse un poco mejor. ¿Cuando fue la última vez que te paraste a pensar en tí, y en como ser y hacer las cosas un poco mejor?

Por cierto, aprovecho este último párrafo, para anunciarles que, como comienzo de la época estival, reduzco las entradas a una en el mes de julio, y otra en el mes de agosto. En septiembre volveremos al compromiso de los lunes.

Un abrazo.

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